Dr. José Eduardo Landaeta Echarry
Ginecólogo Infanto Juvenil
Profesor asociado de pregrado y postgrado de la Universidad de Carabobo. Presidente de la seccional Carabobo / Cojedes de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Venezuela (SOGV) 2023-2025. Secretario de Educación de la Sociedad Venezolana de Ginecología Infanto Juvenil (SVGIJ). Coordinador del Capítulo de Ginecología Infanto Juvenil de la SVPP
El abuso sexual infantil (ABS -siglas en inglés-), representa una condición epidemiológica emergente en los últimos 10 a 15 años, especialmente en países en vías de desarrollo, lo que se considera una verdadera epidemia silenciosa en estas nacionales. El ABS reviste matices de un verdadero problema de salud pública, con agravantes como la complicidad de los sistemas ante insuficiente información sobre cifras reales de este flagelo, atizado por el subregistro y la no denuncia de parte de los familiares de la potencial víctima de violencia sexual. En este sentido, el pediatra juega un papel fundamental, no solo por el abordaje clínico del suceso, sino también por la posibilidad directa de conducir el proceso médico legal hasta sus últimas instancias, dada por la obligatoriedad de no omisión ante la sospecha de ABS, apoyado en protocolos nacionales e internacionales que avalan su conducta, sustentado en un marco legal que rige su acción. En estas circunstancias el pediatra es el especialista idóneo para diagnosticar, tratar y acompañar el proceso y está capacitado para interrogar a la víctima y familiares, así como realizar un examen físico integral, que se base en cuadrantes de las áreas genial y anal; debe iniciar siempre lo más alejado posible de la potencial zona afectada y establecer si se trata de un ABS agudo o crónico, con base en la evolución clínica y los hallazgos semiológicos. Si el caso es crónico, la norma implica que el pediatra cubra los aspectos legales, brinde profilaxis de ITS, Hepatitis B y VIH, descarte de embarazo e institucionalice a la víctima; mientras que si se trata de un ABS agudo, se impone actuar inmediatamente en forma médica o quirúrgica, dependiendo de las condiciones de la víctima. Debe realizar una adecuada y oportuna toma de muestra, documentar la evidencia y favorecer una cadena de custodia, incluso contemplar el uso de anticoncepción de emergencia, ante una adolescente víctima de violencia sexual penetrativa. El pediatra debe conocer los organismos para la formulación de denuncias y debe incentivarla, independientemente de si se conozca o no al agresor. Es necesario capacitar al personal de atención pediátrica en clínicas, hospitales y escuelas, prestando atención integral con sensibilidad y compasión a toda niña y adolescente víctima de abuso y violencia sexual, tal cual lo emite el comité de derechos sexuales y reproductivos de FLASOG para las américas en el año 2022.